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Después del jamón de San Daniele, el Giro vuelve a empezar en Bassano, la ciudad del monte Grappa y de la grappa, de las tropas alpinas italianas y del puente, pero también de los 31 partisanos colgados de los árboles de via dei Martiri y que aún hoy hacen pensar en aquellas imágenes inolvidables. Después de las fugas, de las caídas y de las revanchas, a partir de hoy se sube: esta es la primera etapa alpina de las tres etapas clasificadas con cinco estrellas de dificultad en la guía Garibaldi. Más de 5.000 m de desnivel con cuatros subidas: la nueva subida hacia Forcella Valbona, el Monte Bondone, el Passo Durone y la subida final hacia Madonna di Campiglio. La meta del Giro en estas zonas recuerda muchas, quizás tantas, cosas: la victoria de Gibì Baronchelli en 1977; la contienda entre Checco y Beppe en 1985, con la victoria de Saronni. Y al final, obviamente, él: Pantani.

Después de la salida, los primeros cuarenta kilómetros serpentean por la Pedemontana, tierra de ciclistas y bicicletas, pero también de las cerámicas de Nove, de los espárragos blancos, de las cerezas de Marostica, de los vinos de Breganze y del lechón de Zugliano. Según lo que dicen la actriz Alida Valli y el cineasta Luchino Visconti es una entre las tierras más fragantes de Italia. Pero “el comer y el beber” termina cuando se gira hacia las montañas y, en cuanto se percibe el perfume de los Alpes, uno de los intrépidos escaladores se va. Todavía no se sabe si es una simple escapadita, un paseito controlado por el pelotón, o algo más atrevido. Ya veremos. Pero ya tenemos los nombres: Dario Cataldo, Giovanni Visconti, Gianluca Brambilla y Fausto Masnada. No es una fuga tricolor: también están Krists Neilands y Tanel Kangert. Todos rodadores-escaladores excelentes, que intentan poner en discusión el maillot azul, que buscan una ‘simple’ victoria de etapa, o que, por lo menos, sacan a pasear los colores de su equipo.

En la primera subida hacia Forcella Valbona el grupo no se preocupa y los favoritos y los ciclistas que han aparecido de la nada en las etapas anteriores se intercambian varias miradas. ¿Intentará recuperar Nibali a partir de hoy? ¿Dumoulin se ha quedado definitivamente fuera de la batalla? Si es así, ¿intentarán jugarse por lo menos esta etapa? Los dos ciclistas de treinta años, Bilbao y Betancur, ¿están listos para la victoria final? Luego todo el mundo busca ansiosamente con la mirada a Gino y a Remco: quién sabe qué les pasa por la cabeza a estos dos… O a lo mejor ¡es la ocasión del maduro Pozzovivo! Así, en la cima, asistimos a pequeñas escaramuzas entre los fugitivos para acumular puntos azules a pesar del sol ardiente de estos días que hace sudar abundantemente.

La subida hacia Monte Bondone (20 km con 1.373 m de desnivel y pendientes del 9%) es más interesante: las escaramuzas se vuelven puñaladas, las piernas empiezan a girar y los desarrollos cambian salvajemente en busca del ritmo adecuado. Delante de todos, el escuadrón de los seis en escapados sigue aguantando, mientras que Nibali mueve el equipo por atrás, con Ciccone que pone en crisis (¿de una vez?) a Dumoulin. El Bondone, envuelto en flores, se parece a la espalda de una ballena multicolor recién surgida del lago de Garda. Quizás alguien se distraiga con la idea de recoger algunas, quizás sea el gran calor de estos días, o quizá sea solo la bajada, con los especialistas que afrontan bien las curvas y alguien atrás que se ve obligado a calentar los frenos; el hecho es que el grupo se disgrega y sólo quedan cuatro en la cabeza: Visconti, Masnada, Kangert y, sobre todo, Cataldo, que corre para sí mismo, aunque en el pelotón preocupa que se trate en realidad de una avanzadilla en vistas a un ataque de Betancur.

Y, así, el grupo de los cuatro, apasionados aunque desconectados, supera el Passo Durone de un tirón y se presenta a la última subida: 12 km con 700 m de desnivel, hasta Madonna di Campiglio. Aquí, bajo un sol mediterráneo inesperado y el cálido viento de poniente, solo Kangert y Visconti consiguen acelerar de nuevo, con el italiano que en el km 9 aumenta otra vez la velovidad en el único tramo al 9% y se va. Tan absorto está que parece seguir más la cabeza que las piernas, parece en hipnosis más que en apnea, mientras que los aficionados del Giro no saben qué pensar: muchos esperaban a los grandes del ciclismo, alguien a los colombianos “de siempre”, otros a algunos jóvenes audaces. Pero hoy está Giovanni, que se presenta en el mirador final y llega en solitario, sin grandes saludos ni proclamas. Mientras tanto, en el grupo de los mejores Trek Segafredo sigue trabajando sin tregua para romper el grupo. Carapaz parece rígido y cansado, Dumoulin se queda atrás. Entre las sorpresas de los últimos días Betancur no aprovecha del trabajo de Cataldo y pierde terreno, todavía es bonito el pedaleo de Bilbao, que pierde algo, pero aguanta. Ya no sorprenden, al contrario, fascinan las piernas y cabezas de Evenepoel y Mäder, que recuperan algo. Estas etapas alpinas, se sabe, a menudo contienen al menos dos. Con los grandes del ciclismo, viejos y nuevos, que querían demostrar su valor, probando las reacciones de cada uno. Pero probablemente, cuando Visconti se fue, se acordaron de que mañana subirán los 2.758 metros del paso Stelvio, donde sería mejor que los mecánicos preparasen bombonas de oxígeno además de las ruedas de recambio.

Y así, incluso en esta etapa condicionada por un clima cálido y árido que nos permite sentir y tocar con las manos el cambio climático, “un espectáculo”: espectáculo de Giovanni, que ha pasado desde la nevera del Galibier hasta el horno de estos días ardientes; espectáculo de los jóvenes entusiastas que saltan sobre sus pedales como saltimbanquis; espectáculo de los viejos y nuevos hombres fuertes del ciclismo que se miran mal y siguen peleando por la cabeza del pelotón. Un espectáculo dedicado a todos los pasajeros de este canal rosa, pegados y extasiados detrás de las barandillas, a todos los que quedan aquí y a los piratas que ya no están. Mientras tanto, Giovanni Visconti de Turín, con padre siciliano, madre napolitana y criado en Palermo, a los 37 años ha llegado a ser el Rey del Trentino. Después de su fuga en solitario del 19 de mayo de 2013 hacia el Galibier, que terminó bajo una intensa nevada que cubrió de blanco el monumento a Pantani, tal vez ha llegado hasta este punto cantando con Bob Weir «Sube a la cima como si fueran escaleras... con el viento entre el pelo... para vivir libre de tu (y de nuestro) pasado».

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Este maillot será firmado por el ganador de la etapa y subastado por beneficencia al final del Senzagiro. Design hecho por Fergus Niland, director creativo de Santini Cycling Wear, y dibujado por el ilustrador Ale Giorgini.

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