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Para los que están arriba en la clasificación es una carrera por etapas en la que se juegan todo en cada jornada, sin bajar la guardia. Para todos los demás el Giro de Italia es una retahíla de carreras de un día, entre grandes clásicos y de obligado cumplimiento. En algunas se puede probar suerte, en otras lo mejor es llenar el depósito midiendo los pedaleos y rezando para que sea suficiente. Hoy era una etapa de Mundial. Rafal Majka nos había hecho una señal en la página de su Garibaldi y había tomado notas repasando el final. Esas tres últimas vueltas al circuito le habían parecido perfectas y esta mañana las piernas estaban bien. Al ver la carrera tras la llegada su opinión es que había sido impecable. Si quien gana tiene siempre razón, él la ha tenido dos veces. Además de ganar la etapa, ha tenido también que apostar: huir, junto a otros nueve temerarios para cazar a los primeros tres fugados del día, cuando los kilómetros de la meta ya podían parecer demasiados. Si esa posibilidad no se hubiera dado, no habría habido apelación. Hay balas que solo valen para una vez, así que mejor que el disparo sea fortísimo.

Aún más disparatada la apuesta de los primeros dos, después convertidos en tres pero solo por un momento. Alessandro De Marchi y Andrea Vendrame se han escabullido a hurtadillas en las primeras estrechísimas pendientes que llevaban hacia la Madonna del Domm, poco después de haber dejado la salida en Údine. Durante los primeros kilómetros de subida se miraban a la cara cuando se daban el cambio para mantener el ritmo. Y se quedaban el uno junto al otro un segundo de más para leerse en los ojos siempre la misma pregunta: ¿no será demasiado pronto? De quitarles las dudas se ha encargado Krists Neilands, que les ha alcanzado a mitad de la subida. Para él era temporada de caza a los puntos para añadirlos a los bolsillos de su maillot azul. Lo han dejado pasar sin problemas en la cima, a cambio de una firma en el contrato de fuga: nada de riesgos en la bajada y después a mantenerse regulares, pues en la meta de San Daniele del Friuli el cansancio marcará 228 kilómetros. Por suerte, en el kilómetro 60 les han alcanzado otros diez. Neilands, mientras tanto, se había descolgado para que el grupo lo recuperara. Mejor conservar las piernas hoy.

No ha habido tiempo de tomarle un poco el pelo a Chris Froome, que en el día de descanso lo había pasado en busca de un punto de forma todavía lejano, que la carrera de repente se ha vuelto verdadera cuando aún faltaban muchos kilómetros para la línea de meta. «Perdón, Italia, mi forma aún no es la buena, pero voy a volver pronto que juntos nos lo pasaremos bien», la promesa del ganador de 2018 ha sido apreciada por el público. Detrás, en grupo, no había nada que hacer excepto seguir a los doce de adelante que viajaban regulares en favor de las cámaras acumulando minutos (más de diez la ventaja máxima). Parece que, ya en la primera subida, Tim Wellens, en maglia rosa, ha tenido demasiados problemas. La seguridad de las etapas precedentes parecía haberse quedado en las fotos de recuerdo de los brindis del día de descanso. Ya no era el Wellens que, solo unos días antes, había impresionado a todo el mundo y hecho gritar de alegría Bélgica. Esa cara de niño crecido se había vuelto de repente la expresión de un viejo loco. Así que hacia la subida de Monteaperta, una rampa muy breve con la cumbre de 600 metros y pico, la carrera se ha dividido en dos: el “Mundial de los cazadores” delante y la carrera por etapas detrás.

El cambio, más que en la ascensión, se ha producido en el descenso, después de Villanova delle Grotte. Wellens está detrás, en el intento vano de poner en marcha el motor apagado. Sus sueños de recuperación, en el descenso, frenan y meten los pies al suelo sobre el montón de bicicletas de quien se ha enfrentado a una curva cerrada con demasiado ímpetu y que, cayéndose, ha metido en un lío a quienes lo seguían. Algunos corredores se han metido por un camino de tierra para no caer, otros se han quedado allí metidos, magullados y pelados haciendo un muro para quienes llegaban por detrás.

Delante, mientras tanto, Vincenzo Nibali ya iba a tope tras haber sabido de las dificultades de Wellens y del ligero margen ganado en la ascensión. En los cambios casi regulares Nibali parecía escoltado por sus antiguos compañeros de la Bahrain, que en cambio trabajaban para la maglia rosa que, kilómetro tras kilómetro, iba cosiéndose encima de Pello Bilbao. Entre los seguidores del grupo principal estaba también un deseperado Tom Dumoulin, otra sorpresa de una etapa que él mismo habría deseado diferente. Para el holandés, ganador del Giro 2017, además del mal día (problemas de estómago, ha confesado tras la línea de meta), incluso un inconveniente mecánico al principio del circuito final: un cambio de rueda más largo de lo previsto lo ha llevado a renunciar definitivamente en una carrera que ya se le había escapado. En el ímpetu de la lucha por la general, el grupo de los mejores, excepto las dos ausencias excelentes ya mencionadas, se ha acercado a la fuga hasta llegar a la meta a 3 minutos y 18 segundos del ganador y después de haber recuperado a un exhausto De Marchi junto con otros dos extenuados Neilands y Vendrame.

Delante ha sido una carrera con el cuchillo entre los dientes, con el Monte Ragogna que se ha convertido en juez inexorable para todos y en trampolín, en el último paso, para Rafal Majka. El último en rendirse ha sido el excelente Salvatore Puccio, gregario de otros tiempos en libertad no vigilada. Aquel final se lo había imaginado como el Tour de Flandes ganado como sub-23 y poco le ha faltado. En los pasos previos nos había abierto el apetito: «era un poco como cuando de chaval te decían que estudiaras la llegada de cada vuelta bajo la meta. Había pensado en cómo vencerlo en el esprint, pero, en cambio, se me ha ido antes…». Ha dejado estos puntos de silencio colgados a las últimas palabras antes de los agradecimientos y de dejar la escena para el ganador. Majka es una mueca de cansancio incluso en el peldaño del podio. Su gesto se había transformado en la más bonita sonrisa en los últimos metros antes de la meta, cuando ha comprendido, justo allí, que aquel suspiro de ventaja se había convertido en una tormenta insuperable para su adversario.

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Este maillot será firmado por el ganador de la etapa y subastado por beneficencia al final del Senzagiro. Design hecho por Fergus Niland, director creativo de Santini Cycling Wear, y dibujado por el ilustrador Giulia Pastorino.

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