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Berto, apodo de Al-berto, busca desde hace veintidós años al Pirata. Él, que nunca es llamado Alberto, aquel día logró ver al Pirata mejor que los demás. Treinta y siete segundos cronometrados, calculados, exactos. Necesitó una semana para calcular la posición exacta con compás y mapa, (nada en comparación con Google). Cinco mil novecientos dieciséis metros desde el comienzo de la subida. La perspectiva perfecta para ver pedalear a Marco desde abajo y después para seguirlo hacia arriba por el zigzag de la carretera. Berto aún sigue complaciéndose de ello: «aquel día —era el 30 de mayo de 1998— nadie vio a Pantani mejor que yo. Ni siquiera Tonkov». Y empieza a reír. Berto busca al Pirata desde aquel día. Algunas veces se ha ilusionado, le ha parecido ver su reflejo. Pero hoy —24 de mayo de 2020— no ha sido uno de esos días.

Ha sido una etapa que no ha dicho nada, pero el ciclismo siempre dice algo. Por la carretera hacia Piancavallo se ha resuelto el enigma sobre Chris Froome. Y la solución era obvia: no era su Giro, no tenía que serlo. Pero, cuidado, porque el próximo podría ser su Tour. El hombre de la crono, el más indomable del grupo rosa, ha ganado la etapa: Rohan Dennis. Sin embargo, el maillot se lo ha quedado inesperadamente Tim Wellens. Ya desde la salida se podía predecir el color de esta jornada: gris, como nubes bajas y traviesas. Muy poco tricolor, de hecho, este año tampoco la patrulla acrobática italiana ha despegado del aeropuerto de Rivolto. En el km 0 no hay espectáculo, pero quedan otros 183 con cuatro subidas para disfrutar. Después de los primeros 88 km comienza la fuga. Al principio, durante unas dos horas, el equipo Ineos manda y dirige como si tuviera el maillot rosa, subiendo y bajando de la Sella Chianzutan (955 metros de altitud). Entre los parvenu de la clasificación, Pellaud, Neilands y también Schachmann, a pesar de las dificultades, se separan del grupo. Entre los esprinters, Cavendish, Ackermann y Groenewegen se retiran. Todos los demás los maldicen e intentan pegarse al grupo de cabeza.

Luego se vira hacia Forcella di Priuso. La carretera es angosta y húmeda, pero sencilla. Hay solo una gran curva cerrada antes del kilómetro once, antes de una galería. Casi treinta minutos de túnel, pero el grupo entra compacto y sale con un solo hombre en cabeza: Rohan Dennis, el hombre dos veces maillot arcoíris que ha salido decepcionado de la crono y que en este Giro sigue —por ahora— sin victorias. Dennis, sin volver siquiera la mirada, parte desde la cabeza. Los transmisores del resto del equipo Ineos empiezan a crepitar. No salen palabras muy amables. Un par de curvas en bajada y se vuelve a subir enseguida: al principio de la subida hacia Passo Reset, De La Cruz, Tolhoek, Warbasse y Caicedo se acercan a Dennis. El grupo se ríe de la confusión en el equipo Ineos, pero no aprovecha la situación. No hay cambios hasta bajar la pendiente (1060 m de altitud) y tampoco más adelante en la subida de Pala Barzana. Se llega a Montereale Valcellina —a menos 28 km de la meta— con los cinco en cabeza que tienen una ventaja de 11 minutos y 26 segundos.

Tras subir en vano tres colinas, queda solo Piancavallo. Una de las ascensiones más bellas del Giro: muy compleja en los primeros seis kilómetros, bastante difícil en los cinco siguientes, abordable en los últimos tres kilómetros y medio. En resumidas cuentas: si quieres atacar, tienes que hacerlo ya. Sin esperar. Fue así que Marco Pantani, justo aquí, cambió la suerte del Giro en 1998. Otros tiempos. Lo sabe también Berto-Alberto que, para disfrutar del final de la etapa, ha elegido exactamente el mismo lugar donde se encontraba ese día. Justo en el fondo del tramo más áspero. Cuando los primeros lo han superarado, un ciclista con la camiseta ecuatoriana y un contrarrelojista en posición aerodinámica, Berto casi no se lo podía creer. Después de seis kilómetros de subida, Caicedo y Dennis han dejado hace tiempo la compañía de los otros tres fugitivos. Pero la sorpresa es lo que sucede atrás. Es decir, poco, casi nada. El Astana marca el ritmo, pero no hay tirones. El grupo se reduce a 23 ciclistas y todavía incluye al maillot rosa Wellens, que todos lo daban por perdido desde el comienzo. Dumoulin pisa los talones a Nibali, que los pisa a Froome, que los pisa a Fuglsang. Schachmann es el único que pierde contacto entre los grandes.

Poco después de la mitad de la subida se mueve Caruso, que parte seguro en una pendiente del 10 %. Desde ahí hasta la línea de meta hay pocas pendientes, poca carretera para hacer historia. Pero su demarraje cambiará la de este Giro. Porque justo ahora Chris Froome entra en crisis. Una crisis triste, vertical, cuando ya no te lo esperas. Ese es el precio de la larga parada y de un Giro escogido al último segundo. Froome podría dejarlo en el día libre y apostar por el Tour de Francia. Algunos sostienen que este era el plan original. En la línea de meta, el británico perderá casi siete minutos con respecto a sus rivales, que ahora van en serio y tal vez se arrepientan de no haberse atrevido antes. Un poco más atrás de un brillante Caruso, Ciccone hace un demarraje y con él se quedan Nibali, Carapaz, Fuglsang, Bardet, Dumoulin y Bilbao, en estricto orden de tonicidad aparente. Un poco más atrás hay otro grupo con el maillot rosa Wellens junto a Cattaneo y Evenepoel, además de Kelderman, Pozzovivo, Mader, Betancur, Majka y Zakarin.

Delante el duelo entre Dennis y Caicedo es emocionante, pero pasa desapercibido por mucho tiempo. El ecuatoriano es de Carchi, como el maillot rosa de la pasada edición, Carapaz, quien también es escalador de profesión. Intenta una y otra vez dejar atrás a Dennis, pero este ni se inmuta. Todo lo contrario. El australiano utiliza la última curva cerrada como trampolín, anticipa el esprint a los últimos 800 m y sigue pedaleando. Un contrarrelojista gana en Piancavallo. Y sin ni siquiera celebrarlo, quién sabe si por respeto o por resentimiento hacia el coche de equipo. Caicedo llega 12 segundos después, y su cara en cambio lo dice todo. Detrás de él es Caruso quien gana la bonificación, más 34 segundos sobre los otros favoritos. El grupo Nibali-Dumoulin termina a 2’53’’ de Dennis, el grupo Wellens-Betancur a 4’03’’. El belga del Lotto Soudal salva el maillot rosa con 8 segundos sobre Bilbao: será necesaria la tercera semana —y más determinación— para restablecer las jerarquías que la lógica querría. A Berto estos cálculos no le salen muy bien. Es que no lo apasionan para nada. Mientras que Wellens recibe el maillot rosa y besos sobre el podio, él ya camina hacia su casa, entre gente del Giro que murmura con insatisfacción «eh, pero Pantani». «Eh».

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Este maillot será firmado por el ganador de la etapa y subastado por beneficencia al final del Senzagiro. Design hecho por Fergus Niland, director creativo de Santini Cycling Wear, y dibujado por el ilustrador Oscar Diodoro.

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